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miércoles, 1 de enero de 2020

EL JUEGO DE LA OUIJA, LOS MENORES Y EL ADICTO A LA OUIJA



En la España de finales de los años ochenta, Gabriel Carrión llevó adelante una iniciativa para tratar de advertir sobre los riesgos inherentes de la comercialización en nuestro país de la ouija como juego infantil. 

En este caso, la afamada compañía de juegos infantiles Borrás había comercializado el «inocente» juego de la güija, «el misterio de lo desconocido». Según figuraba en la misma caja, dicho entretenimiento no era recomendable para niños menores de treinta y seis meses, de lo que se presupone que cualquier niño mayor de tres años podía enfrentarse al «misterio de lo desconocido» en solitario. Todavía hoy el juego de la ouija se vende libremente en la sección infantil de muchos grandes almacenes y jugueterías, y puede comprarse libremente en Internet. 




La investigación de Carrión, que incluimos en el libro que escribimos juntos El diablo: el síndrome de maligno y que incluye la consulta a numerosos psicólogos y pediatras, es concluyente sobre los terribles riesgos de esta práctica en niños. Entre los profesionales consultados, a finales de los años ochenta, destaca el Gabinete Psicopedagógico de Salud Mental del Ayuntamiento de Elche, que redactó un informe advirtiendo contra los peligros potenciales de la ouija. Entre otras cosas, decía: «Los psicólogos aseguran que el juego (ouija) crea dependencia, una dependencia negativa para la salud mental del individuo. Le hace introducirse en un mundo fantástico en el que el único que actúa es él mismo, pero que le hace crear entidades fantasmagóricas que provocan sensaciones no controlables por él». 

El mismo Carrión explicaba: «Después de varios años dando charlas en colegios e institutos, podemos afirmar que los niños, a partir de los seis años, sienten especial atracción por el espiritismo, como también llaman a la ouija. Cualquier niño de tercero o cuarto de la Enseñanza General Básica (EGB) conoce el tema o lo ha practicado personalmente». 

De hecho, cualquier investigador que haya estudiado mínimamente el problema de la ouija podría describir infinidad de casos. 

El adicto a la ouija 

Quien esto escribe recogía en Cádiz, hacia 1995, un nuevo caso suficientemente representativo. Su protagonista fue un joven gaditano, de nombre Diego D. H., un adolescente absolutamente absorbido por sus continuas prácticas vasográficas. Casi a diario, el muchacho se enfrentaba, en solitario o en compañía de algún íntimo amigo, a la impersonal copa de cristal situada en el tablero de una ouija. Lejos de buscar mensajes o informaciones de tipo trascendente, en la mayoría de las sesiones las preguntas de Diego, como las de otros muchos jóvenes, se referían a su futuro inmediato. «¿Aprobaré el examen de matemáticas?» «¿Debo acudir al concierto del instituto?» 

Pero lo más grave no eran sus consultas al futuro, sino su absoluta incapacidad para tomar decisiones sin recurrir a la ouija. En cierta ocasión, por ejemplo, el joven inició tímidamente una relación sentimental con una chica de su instituto. Antes de decidirse a profundizar en tal relación, Diego indicó a la muchacha que debía obtener cierto consentimiento familiar para el noviazgo. Ella le invitó a que le presentase a ese familiar, pues solo así podría juzgarla. A lo que Diego respondió que eso no era posible, ya que su tío (el familiar en cuestión) había muerto tiempo atrás y solo se comunicaba con él a través de la ouija. 

Este tipo de casos son mucho más habituales de lo que podemos imaginar, y especialmente preocupantes cuando los adictos son niños menores de diez años que se encierran en los lavabos del colegio durante el recreo para hablar con Dios, los extraterrestres o los espíritus a través del «juego del vaso». 

Actualmente, los psicólogos, psiquiatras y parapsicólogos tienen bien claro que el desplazamiento del vaso se debe a los movimientos musculares inconscientes que se transmiten a través del dedo. Las experiencias con la ouija electrónica (conectada con electrodos a los dedos de los participantes) realizadas en el laboratorio de la Sociedad Española de Parapsicología son concluyentes. 

Tanto es así, que algunos neurofisiólogos, psiquiatras y psicólogos americanos utilizan la ouija en casos de parálisis cerebral o autismo para comunicarse con el inconsciente del paciente a través de los automatismos musculares. Siempre, eso sí, bajo supervisión médica. Pero ¿qué ocurre cuando alguno de los participantes manifiesta sus traumas, miedos, deseos o neurosis a través de la ouija? 

Personalmente, he participado en docenas de sesiones de ouija, pero recuerdo especialmente una celebrada el 28 de septiembre de 1991. Durante esa sesión, cuya grabación conservo en mi archivo, se manifestó una pretendida entidad denominada Wolf que, a través del tablero, nos invitaba de forma sibilina a «viajar a su mundo» desprendiéndonos del cuerpo físico. Si en lugar de observadores críticos, nosotros hubiésemos sido creyentes adictos a la vasografía, es más que probable que alguno de los participantes hubiera intentado suicidarse. 


Y es que el problema de estas prácticas es que funcionan… Es decir, el péndulo, la peneira, el libro, el vaso o la planchette se mueven. Impulsados inconsciente o conscientemente por alguno o varios de los participantes, pero se mueven. Y lo más sorprendente es que pueden llegar a revelar informaciones que, acaso sepultadas en lo más profundo de su inconsciente, el operador no recuerda y le son reveladas a través del efecto ideomotor. 

Una de las sesiones de ouija más espectaculares que tuve la oportunidad de presenciar se produjo en Lisboa, donde una médium acudió al domicilio de una familia que buscaba un compartimento oculto donde un miembro de la familia, ya fallecido, había ocultado algo de valor. En medio de un trance muy espectacular, en plena sesión de ouija, la médium señaló un lugar en la biblioteca que estaba a nuestras espaldas, y tras manipular varios estantes descubrimos una habitación oculta… ¿Cómo es posible? No lo sé. Pero no sería la primera vez que la ouija revela informaciones verídicas de forma inexplicada… 

El que fuera primer ministro italiano Bettino Craxi falleció en enero de 2000, en Túnez, prófugo de la justicia italiana. Craxi, implicado en numerosos escándalos de corrupción en los años noventa, protagonizó uno de los episodios más extraños y rocambolescos de la historia de la ouija. 

El 16 de marzo de 1978, el entonces primer ministro italiano Aldo Moro fue secuestrado por las Brigadas Rojas. Durante mes y medio todos los servicios de inteligencia italianos intentaron rescatar al mandatario. Pero todo resultó inútil. Y en medio de esa desesperación, alguien sugirió la posibilidad de lo imposible… 

El 2 de abril, y mientras el paradero de Moro continuaba siendo un enigma, importantes personalidades se reunieron en una casa en Bolonia para realizar una sesión de ouija con la intención de averiguar la localización del primer ministro secuestrado por los terroristas. Encabezaban la reunión Romano Prodi (futuro primer ministro de Italia) y su esposa Flavia. Prodi notificó a los responsables policiales la ubicación que había señalado la ouija, pero no resultó lo suficientemente precisa ni creíble, y Moro fue ejecutado por las Brigadas Rojas el 9 de mayo. Este increíble pero verídico episodio de la historia del terrorismo europeo está recogido y documentado en el sumario judicial del caso Aldo Moro. 





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