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martes, 5 de mayo de 2020

LA MEDICINA TRADICIONAL AFRICANA



"Quien se considere un escéptico hará bien en dudar,
en ocasiones, de su propio escepticismo".


Proverbio Latino

Pocas facetas del conocimiento han merecido tanto desprecio por parte de la cultura occidental como la magia. Y pocas disciplinas tienen tanto que enseñar a nuestra ciencia. Desde la historia del alquimista Hennig Brandt, que descubrió el fósforo mientras intentaba buscaba la piedra filosofal, a las multinacionales farmacológicas, que utilizan a los viejos chamanes de la Amazonia para descubrir nuevos elementos de uso médico, el mundo de las anomalías ha hecho numerosas aportaciones a la ciencia positiva. Con la pedante autosuficiencia que caracteriza al hombre blanco, vemos con despectiva condescendencia las prácticas mágicas y rituales que todavía conservan brujos, chamanes y curanderos primitivos en algunos países "subdesarrollados". 


Como supercherías y absurdas supersticiones catalogamos esas pintorescas creencias compartidas por chamanes rusos, médicos tradicionales africanos, santos brasileños, brujos europeos o santones hindúes. Sin embargo, tras algunas de esas creencias, se esconden fascinantes conocimientos químicos y auténticos prodigios médicos. 

Como siempre, resulta recomendable una cura de humildad y una dosis de audaz curiosidad para introducirse por los oscuros derroteros de la magia y la brujería en busca de esos conocimientos útiles para la ciencia. Pues lo cierto es que podemos encontrar esos conocimientos. 

Filtrando con prudencia los mitos, supersticiones y creencias paganas que adornan toda forma de brujería, podemos encontrar en algunas de estas tradiciones elementos muy enriquecedores para nuestra medicina, farmacopea, biología, químia etc. De hecho, algunos antropólogos, etnobiólogos y químicos que se han sumergido en las tradiciones primitivas han encontrado fórmulas y prácticas extraordinariamente útiles que habían permanecido durante siglos mimetizadas entre ritos mágicos, cultos sincréticos o creencias esotéricas.

Sin lugar a dudas, uno de los mejores ejemplos de la utilidad científica de la investigación en brujería, lo podemos encontrar en la medicina tradicional africana. Un conjunto de prácticas y credos en los que el folclore más pintoresco encierra un desconcertante conocimiento de la farmacopea natural. 

La farmacopea de la selva 

"Cuando yo era niño, mi zona natal fue invadida por una plaga de langosta. Un anciano, vecino nuestro, quemó una "medicina" en su campo para alejarla. Al cabo de unas horas, las langostas habían arrasado todas las cosechas, hierba y árboles de la zona, dejando a todo el mundo con la aterradora perspectiva de una próxima época de hambre. Con mis propios ojos vi que, a pesar de que todas las cosechas limítrofes estaban devastadas, la cosecha de mi anciano vecino había permanecido intacta. Había oído hablar antes de los increíbles poderes de las "medicinas tradicionales", pero era la primera vez que las constataba personalmente...". 


Quien esto nos cuenta es un observador excepcional del folclore, tradición y filosofía africanas, el Dr. John Mbiti. Nacido en Kenia en 1931, Mbiti tuyo la posibilidad de cursar estudios universitarios en Uganda, Estados Unidos y Gran Bretaña, donde se doctoró en Filosofía. Pese a ello jamás perdió el contacto directo con su pueblo, al que viajaba cada año. Esta equilibrada mezcla de tradición y fomación indígena y occidental hace del Dr. Mbiti una de las opiniones más objetivas y cualificadas sobre la medicina tradicional africana. Sus obras, Concept of God in Africa (1970), The prayers of Africa (1975), o African religions and Philosophy, entre otras, son valiosas herramientas para comprender el complejo mundo tradicional africano. 

Resulta especialmente interesante el testimonio de un doctor en filosofía, profesor universitario y de marcada formación occidental, que confirma tantos relatos espectaculares sobre los prodigiosos poderes de la "medicina tradicional". Este concepto de "medicina tradicional" "no se limita al tratamiento de las dolencias físicas del organismo humano, ya que en la particular religiosidad y filosofía tradicional africana, el hombre forma parte de un complejo entramado ontológico en estrecha relación con Dios, los espíritus, los antepasados, los animales y plantas y los objetos y fenómenos sin vida... Por esta razón, en los tratamientos para combatir el mal en cualquiera de sus manifestaciones, la "medicina tradicional" africana utiliza en sus diagnósticos, terapias y remedios, herramientas tan diversas y dispares como trances, ungüentos animales, plantas medicinales, espiritismo, mancias, piedras mágicas, danzas rituales, etc.

En sus estudios, el Dr. Mbiti refleja claramente que las diferenciaciones entre los "especialistas" hechas habitualmente por los antropólogos, a saber: brujos, curanderos, hacedores de lluvia, reyes y sacerdotes, normalmente no existen. Con frecuencia, un mismo personaje realiza varias de esas actividades, ocupando, lógicamente, un importantísimo papel social en la tribu o aldea. Resulta fácil comprender ese pluriempleo de los médicos tradicionales africanos, conociendo la estructura de su sistema de creencias. Creencias en las que resulta incomprensible asumir conceptos como virus, tumor, célula, etc.

Cuando un niño enferma de malaria, sus padres no pueden aceptar sencillamente que la picadura de un mosquito originó ese mal. Si el mosquito picó a su hijo y no a otro niño, es por alguna razón, y esa razón aparece siempre ligada a la actividad de un espíritu o a un acto de hechicería.

En la mayoría de las tres mil tribus existentes en África, el concepto del tiempo, crucial en la filosofía africana, no transcurre del presente al futuro sino del presente hacia el pasado. El hombre, tras su muerte evoluciona como "muerto viviente" en el Sasa -o pasado inmediato-. Mientras su nombre sea recordado por algún ser vivo -familia o amigos—, esa persona continúa viviendo en el Sasa como un muerto viviente, y como tal puede manifestarse a sus seres queridos u odiados para ayudar o perjudicar. Al cabo de los años, y a medida que mueren los seres que lo conocieron, ese hombre —su recuerdo— va diluyéndose en el Sasa hasta desaparecer en el Zamani —pasado remoto—, momento en que muere definitivamente. En el Zamani es donde perviven tanto Dios como los héroes nacionales y los antepasados.

Esos espíritus pueden ser causas de la enfermedad. Alguien que murió con rencor o asesinado, o alguien que no fue debidamente enterrado, puede volver del Sasa para vengarse, habitualmente en forma de enfermedades, o también a través de todo tipo de desgracias, como la plaga de la langosta; de ahí la utilización de la "medicina tradicional" en este tipo de desventuras.

Los médicos tradicionales, hombres de la medicina o wanganga —como se les denomina en suahili y en muchas otras lenguas bantúes—pueden llegar a su profesión de las formas más dispares. Unos sienten su vocación a edades tempranas; otros en su juventud, madurez o incluso en la ancianidad. En muchas ocasiones, el cargo de "médico tradicional" se transmite hereditariamente. Otros creen haber sido llamados a este trabajo por los espíritus o por los muertos vivientes, y otros son entregados a este oficio aún siendo niños por sus padres. En estos casos, los niños ingresan sin necesidad de su consentimiento en escuelas tradicionales, donde bajo rígidos adiestramientos accederán a todos los secretos de la medicina tradicional.

Entre los Azande de Sudán, por ejemplo, la preparación de un futuro wanganga comienza a los cinco años con un ritual de iniciación. Tras pasar un examen meticuloso, desarrollado por el que será su maestro, en el cual el aspirante habrá de demostrar que sus intenciones son rectas y honestas, el joven ingerirá una pócima que "fortalecerá su espíritu". Seguidamente, se le conducirá a la fuente de un arroyo, donde comenzará su aprendizaje de hierbas, árboles y arbustos con los que en el futuro confeccionará las medicinas. Muchos de estos curanderos son célibes y siguen una estricta moral. En esto se diferencian de los brujos, que carecen de ética y buscan hacer el mal.

Llegado el día, el aspirante es iniciado públicamente para que toda la tribu pueda reconocerle como investido del don de la medicina. A partir de ese momento, el nuevo wanganga podrá inscribirse en las asociaciones o corporaciones que agrupan a los curanderos azandes. Desde ese momento, el médico tradicional se ocupará de las actividades más variopintas, que irán desde el ritual de "golpear la tumba" —una especie de medicina post-mortem que pretende despertar al muerto para que acuda a la casa del brujo que originó la enfermedad que lo mató y así vengarse para sanar su espíritu— hasta proveer de perchas o clavijas medicinales a una nueva casa —un remedio preventivo para alejar la enfermedad de ese hogar—, pasando por la elaboración de todo tipo de amuletos y fetiches, como máscaras o figuras, que protegerán al propietario de embrujamientos o del llamado mal de ojo. Estos ejemplos me parecen suficientemente gráficos para expresar el amplio concepto que de enfermedad se mantiene en África.



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