El padre del satanismo moderno al servicio de Churchill
Aleister Crowley; el hombre más perverso del mundo –alias La Gran Bestia-, y uno de los padres del satanismo contemporáneo, contribuyó no obstante a que los aliados ganasen la II Guerra Mundial. A él se deben estrategias de guerra psicológica utilizadas por el espionaje británico, y hasta el famoso símbolo V, de Victoria, popularizado por Winston Chruchil, y creado por Crowley, como uno de sus gestos mágicos de poder (mudras).
Sin ninguna duda Aleister Crowley -alias La Gran Bestia 666- se ha hecho un sitio en la historia del ocultismo reciente, incuestionada por seguidores y detractores.
Independientemente de sus cuestionadas doctrinas, de sus revolucionarios planteamientos esótericos, de sus inmorales prácticas sexuales, y de sus pintorescas experiencias mística. Al margen de que lo consideremos un genio o un charlatán, Crowley es un nombre clave en la historia de la magia. Una historia que se produce en un contexto cronológico determinado y, en este caso, entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial.
En la Segunda Guerra Mundial Ian Fleming, famoso mundialmente por ser el creador del agente 007 –James Bond- y oficial de una unidad de Guerra Psicológica del Ministerio de Defensa británico, mantuvo más que estrechos contactos con Aleister Crowley. Crowley había fundado “sucursales” de su conflictiva Orden de Thelema en diferentes ciudades de Alemania, Italia, etc, llegando a protagonizar encarnizados enfrentamientos con los regímenes fascistas y nacional socialistas de Musollini o Hitler. Sin embargo sus contactos con la guerra venían de antes.
Ya en la Primera Guerra Mundial Crowley había actuado como “agente doble”, y al comenzar el segundo gran conflicto propuso a los agentes de “guerra psicológica” contribuir a desmoralizar a los alemanes, distribuyendo entre sus filas información ocultista que les confundiese y deprimiese moralmente a la vez. Táctica que, por consejo de Crowley o no, fue finalmente utilizada de formas muy variopintas, como la impresión de falsas profecías de Nostradamus desfavorables para los nazis, o emisiones de radio en alemán que incluían predicciones astrológicas absolutamente pesimistas en lo referente al ejercito alemán; pasando por supuestos mensajes de soldados alemanes muertos, recibidos por una falsa médium...
“V” de Victoria
Sin embargo, una de las contribuciones sin duda más representativas de Crowley al ejercito británico lo supone uno de sus mudras, o gestos mágicos de poder, que La Gran Bestia adaptó del yoga hinduista. El cual conoció en sus viajes por la India y oriente.
El gesto popularizado por Churchill, consistente en colocar los dedos indice y medio formando una V, de Victoria, ha sido posteriormente adoptado por los líderes políticos de todo el mundo, y aunque se ha atribuido a un político belga su creación, todo apunta a que fue uno de los padres del satanismo moderno quien lo inspiró.
A este respecto John Symonds, autor de la biografía más documentada de Aleister Crowley; “La Gran Bestia” (Siruela, 1990), escribía: “ Sin embargo sería Crowley, y no Victor de Lavaleye, uno de los miembros del Gobierno belga en el exilio, que a la sazón se hallaba en Londres, quien “inventase” la V de la victoria, que se forma con los dedos índice y medio de la mano. En una retransmisión de la B.B.C. dirigida a Bélgica, Lavaleye propuso la letra V, la inicial de la Victoria en todas las lenguas de Europa, sustituyera a las de la Real Fuerza Aérea británica, la R.A.F., que aparecían pintadas con tiza en todas las paredes de Bélgica. Su idea fue aceptada al momento, y la letra V, o su transcripción en código morse fue emitida en todos los programas de la B.B.C. dirigidos al continente, seguidos por los acordes iniciales del primer movimiento dela Quinta Sinfonía de Beethoven. (Véase la obra de Brewer, “Dictionary of Phrase and Fable”).
“Que el inventor de la letra V como símbolo de la victoria de los Aliados fue Aleister Crowley puede ser probado por varios detalles relevantes de su vida y hazañas. El primero de ellos serían las iniciales del nombre mágico que adopta al alcanzar el grado de Magiter Templi: V.V.V.V.V. Además existe una foto suya, publicada en el fronstispicio de su obra “Eight Lectures on Yoga”, en la temprana fecha de 1939, en la que aparece tocado con un turbante, y en la que puede apreciarse cómo la mano que sostiene su mandíbula forma, con sus dedos índice y medio, la V que Churchill haría popular durante la guerra. Y, por si fuera poco, los cigarros que Crowley había estado fumando su vida solían exceder en longitud, en más de una ocasión, a los consumidos por Churchill”.
Más adelante, añade Symonds, otras referencias interesantes al respecto, como cuando reproduce una posdata insertada en la fe de erratas de la obra Crowleniana “Thumbs Up!” (“Pulgares Arriba”), escrita por Crowley, que dice:
“15 de agosto. Ha sido anunciado para el 7 de septiembre el Cuarto Día de Oración Nacional. Confío en que la publicación del Himmo de la página 9, y la invocación mediante el signo V de Apofis y Tifón, consigan conjurar las calamidades que este postrer borborigmo del “estruendo final” del culto caduco pueda acarrearnos.
666”
Churchil el “cachorro” de La Bestia
Aunque algunos historiadores puristas puedan rasgarse las vestiduras ante la audaz sugerencia de que un satanista consumado pudiese influir hasta tal punto en Sir Winston Churchill, como para convertir en símbolo de toda la lucha aliada en la contienda, un gesto mágico ocultista, lo cierto es que esta posibilidad no resulta tan descabellada. Al menos si conocemos el pasado esotérico del Primer Ministro británico.
Churchill, al igual que Crowley, sentía una gran fascinación por las ciencias ocultas. En 1940, tras ser elegido para encabezar un gobierno de coalición, uno de los primeros actos oficiales del político, fue declarar un día nacional de la oración. También pidió un minuto de silencio diario, a las 21:00, antes de la emisión de las noticias nacionales. Crowley recoge en sus diarios esas emisiones.
Al respecto de ese minuto diario de oración, y de la potencial energía psíquica que supuestamente encerraba tal práctica, Hitler comentó: “Esta es el arma secreta mas potente de Churchill”.
Sir Winston Spencer Churchill, al igual que Crowley y que el mismo Hitler, se consideraba un elegido por el destino para llevar adelante una labor salvífica para con su país. Ya en su juventud dijo a un amigo personal: “Todos solos gusanos, pero creo que yo soy una luciérnaga”.
Iniciado en la masonería, y mas concretamente en la Logia United Studholme 101, en 1903, no era ajeno a conceptos como “energía psíquica”, “poder del verbo y de las formas”, “magia negra y blanca”, etc. Así que no debió costarle demasiado esfuerzo consentir, o al menos permitir, que las sugerencias de brujos como Aleister Crowley –aparentemente disparatadas- fuesen llevadas a cabo por sus agentes de inteligencia militar.
Sugerencias tan insólitas y pintorescas como la utilización de radiestesistas para intentar localizar sobre las cartas de navegación y los mapas costeros europeos, la ubicación de los submarinos alemanes. O como la realización de sesiones de espiritismo para invocar a los espíritus de los pilotos desaparecidos y obtener a través de ellos datos sobre la ofensiva nazi. O, por supuesto, adoptar como gesto emblemático y representativo del optimismo de las tropas aliadas, un símbolo ideado por “el hombre más perverso del mundo”, La Gran Bestia 666... Aleister Crowley.