Si partimos de Bucarest en dirección al Delta del Danubio (Constanza), pasaremos muy cerca de Leliu. A pocos kilómetros se encuentra un pequeño pueblo llamado Vlad Tepes, en evidente homenaje al histórico héroe nacional. Pocos días después de la Pascua de 1993 un anciano que vivía en un viejo molino a las afueras del pueblo se percató de que en el cristal de su ventana había surgido un icono, una accioné de Cristo. El cura del pueblo quiso hacer una misa y construir una cruz para cristianizar el viejo molino "elegido" por Dios, e incluso inició una colecta para construir allí una capilla. Vasile Preba, empleado del molino, y testigo de todos los hechos, recordaba aún el escándalo que se produjo. Periodistas de todo el país acudieron a Vlad Tepes para constatar el fenómeno, que obviamente nos recordará a las famosas Caras de Bélmez.
A pesar de que la imagen, que apareció en el cristal, ha ido perdiendo intensidad con los años, todavía peregrina gente hasta el molino para rezar. Según nos explicaba Vasile Preba "nadie se ha atrevido a limpiar el cristal desde que apareció el Icono, por lo que ahora tiene tanta suciedad que casi no se ve nada". Esto es comprensible si conocemos el fervor que los Iconos (del griego eikón) despiertan en la religión ortodoxa, mayoritaria en la zona. Es tanta la importancia del Icono (normalmente representaciones de Jesús o María en madera o vidrio) en las iglesias ortodoxas, como la de los mismos Evangelios. Y por ese respeto y temor a la imagen de Cristo es comprensible que nadie haya osado intentar limpiar del cristal la supuesta teleplástia de Vlad Tepes.
Llamándose así el pueblo del milagro, era inevitable que hiciésemos una pregunta a Vasile Preba: ¿Y no será Drácula el que ha hecho esa imagen desde el más allá?. Vasile abre mucho los ojos y no contesta, pero instintivamente hace la señal de la cruz....
Mas tarde, en Bucarest, averiguaríamos que ya en la II Guerra Mundial existió un predicador evangélico en la zona que había protagonizado extrañas visiones y contactos con una misteriosa entidad vestida de blanco que se le aparecía, y que lógicamente él identificó con la Santísima Virgen. El ente lo advirtió sobre el fin del mundo, y mucha gente peregrinó ya entonces al pueblo para rezar y pedir consejo al iluminado. Y justo allí, cincuenta años después, se produjo una nueva aparición, aunque ahora tan solo sea en la cristalera de un viejo molino.