Se han cumplido ya 100 años de la publicación en Londres de la novela Dracula, de Bram Stoker. Durante un siglo han sido cientos los libros y películas realizados en torno al legendario personaje, pero en Rumanía existen todavía los verdaderos castillos y parajes donde vivió el auténtico Drácula. Un viaje para los aventureros amantes del misterio que estén dispuestos a seguir la ruta de Drácula.
Por increible que parezca Bram Stoker nunca estuvo en Transilvania. Fue si amigo Arminius -que había descubierto en Bucarest dos manuscritos en que los turcos hablaban del cruel príncipe Draculea- quien le descubrió al personaje histórico que inspiraría la novela más famosa de todos los tiempos.
Stoker, miembro de la sociedad secreta Goldem Dawn, era un consumado experto en ocultismo y en las leyendas vampíricas europeas. Así que fundió en una novela la leyenda del no-muerto con el personaje histórico de Vlad Draculea, o Vlad Tepes, un sangriento y cruel voivoda de Valaquia. Lo más extraordinario es la precisión con que describió los valles, riscos y montañas de Transilvania, donde vivía su particular Conde Drácula, sin haber pisado nunca la tierra de Vlad Tepes.
Este verano, al cumplirse un siglo de la publicación en Londres de la novela de Stoker, todos los amantes del vampirismo puede iniciar su particular aventura, en busca de Drácula, viajando a Transilvania y adentrándose en sus misterios.
Existen dos posibilidades de iniciar la búsqueda de Drácula en los frondosos bosques de Transilvania. Todo dependerá de como llegue el viajero a la tierra del vampiro. El abogado Jonathan Harker -protagonista de la novela de Stoker- lo hizo por tierra, entrando en Rumanía por la frontera del este, en cuyo caso iniciará su viaje por Bristrita, en el norte de los Cárpatos. Sin embargo, los avances de la técnología han facilitado mucho las cosas a los Van Helsing del siglo XXI, y lo más cómodo y rápido es llegar a Rumanía a través del aeropuerto internacional de Otopeni, que le dejará a solo 30 km. de Bucarest. En este caso, iniciará su viaje por el sur. Este trayecto es el más frecuente, y el más accesible a los caza-vampiros occidentales. Así pues supongamos que ha llegado a la tierra de Drácula a través del aeropuerto de Otopeni. Ya está en el país de no-muerto. Encomiende su alma a Dios, hágase con una buena estaca de madera de fresno, e incluya en su zurrón una cruz, una ristra de ajos y una botella de agua bendita... nunca se sabe. Y así, una vez protegidos, comienza la aventura.
En busca del Vampiro
En Bucarest el viajero debería hacer una visita a la Sociedad Transilvania Drácula, que dirige Nicoale Paduraru. Allí los expertos rumanos podrán facilitarle planos y mapas con las rutas a seguir. Podrá disfrutar de una cena aderezada de buena conversación y mil historias de terror vampírico.
No estaría de más que se hiciese con un "guía nativo". En las calles de Bucarest viven miles de niños abandonados, en condiciones de vida de extrema dureza. Por un puñado de leis, o por una comida caliente, cualquiera de ellos estaría encantado de hacerle de guía y contarle mil y una anécdotas sobre el Rey de los Vampiros. Contará con un excelente guía, y ayudará a un niño a sobrellevar mejor su miseria aunque solo sea durante unos días.
En la misma ciudad de Bucarest, podrá visitar "La Ciudadela", una ruinas que aún están siendo examinadas por los historiadores, y que fueron el pilar de la actual capital rumana. La primera constancia histórica de su existencia se encuentra en un documento fechado el 20 de septiembre de 1459, donde se menciona "La ciudadela de Bucarest", que mandó construir el príncipe Dráculea, para servirle como residencia. Es decir, que fue precisamente el sanguinario Drácula el fundador de la actual Bucarest.
Antes de abandonar la ciudad sería prudente visitar una de las hermosas iglesias ortodoxas, llenas de iconos y cristaleras labradas, para purificar el espíritu antes de iniciar la cacería del vampiro. En iglesias como esas recibió el joven príncipe Draculea su formación religiosa dentro del cristianismo ortodoxo, aunque más tarde, durante sus años de prisión entre los turcos, se iniciase en algunos secretos del islam.
Precisamente en una de esas iglesias, la de Snagov -construida en 1408-, a unos 30 kilómetros de Bucarest se encuentra la supuesta tumba de Drácula. La iglesia y monasterio de Snagov, se encuentran ubicados en una hermosa isla situada en medio de un gran lago, un paraje idílico como pocos. Los viajeros más audaces pueden disfrutar de un paseo en barca en torno a la isla, pero cuidado, las aguas son oscuras, y uno no puede evitar pensar que en cualquier momento una mano tenebrosa pueda surgir de las profundidades para aferrarse a nuestro cuello...
No obstante la polémica acompaña la supuesta tumba de Drácula en Snagov. Cierto es que entre los restos humanos hallados en la tumba se encontraron efectos personales de Vlad Tepes. Sin embargo, aunque algunos historiadores como Dinu Rosetti -que realizó excavaciones en la zona con el permiso del gobierno- defienden la autenticidad de la tumba de Drácula, otros estudiosos, como el profesor Giurescu, o Servan Andreescu, aseguran que es poco probable que así sea. Pero esa discusión no hace más que aumentar el halo de misterio que rodea la tumba de la iglesia de Snagov.
Llegamos a Transilvania
Seguimos ruta hacia el norte, y a menos de dos horas de Bucarest llegamos a la región de Transilvania. Aunque no esté en la ruta de Drácula recomendamos una alto en el Palacio de Peles y en el monasterio de Sinaia, auténticas obras de arte.
En cualquiera de los pueblos de la zona, como Arefu, podrá encontrar a gitanos, pastores y campesinos que aseguran ser los descendientes de los criados de Drácula. Con ellos podría pasar una velada encantadora bebiendo el afrutado vino rumano, mientras disfruta de las mil y una leyendas mistéricas que existen en los Cárpatos.
Mientras continúe viaje, se encontrará con frecuencia a ambos lados de la carretera cruces de piedra o madera, que tienen la misión de espantar a los fantasmas, hombres-lobo y criaturas de ultratumba que, según las leyendas locales, habitan en esos recónditos lugares.
Nos encontraremos con las primeras cumbres nevadas, los afilados riscos y los frondosos bosques, y miremos a donde miremos respiraremos misterio. Es fácil entender porqué la región de Transilvania desató la imaginación de autores como Stoker. En esa zona se encuantra Tirgoviste, lugar de visita obligada en la ruta de Drácula.
Tirgoviste fue corte del Príncipe Draculea. Allí se encuentran todavía los restos de su palacio, del que se conserva en perfecto estado la Torre de Chindia (Torre del Ocaso).
Si se pierde por unas callejuelas cercanas a los restos del palacio se encontrará una gran estatua de Vlad Tepes, el príncipe Draculea. Según la leyenda, esa estatua que está construida en el lugar donde Vlad Tepes dejaba una jarra de oro para que los viajeros pudiesen saciar su sed, es una fuente.
Según la leyenda todos los viajeros y vecinos de Tirgoviste podían utilizar la jarra para beber agua de una fuente, pero nadie se atrevió nunca a robarla, debido al terror que tenían los ladrones al príncipe Draculea, que acostumbraba a ejecutar a los delincuentes entre los más atroces tormentos. Desde la Torre del Ocaso, dice la tradición, Draculea vigilaba que la jarra de oro estuviese siembre sobre la fuente. Ay de aquel que osase despertar su ira robando en su reino...
Atravesados los primeros bosques transilvanos llegaremos a la ciudad de Brasov, a unos 100 kilómetros de Tirgoviste. Es el momento ideal para aprovisionarse de libros en sus abundantes puestos callejeros, o en sus nutridas librerías de ocasión. Allí podrá encontrar todo tipo de volúmenes sobre vampiros y otros enigmas. Y por fin, tras años de censura, podrá adquirir un ejemplar de Drácula traducido al rumano, cosa que estaba prohibida en Rumanía hasta la muerte del dictador Ciacescu en 1989. Además podrá adquirir también camisetas, estatuillas, y todo tipo de souvenirs que, tras la muerte del dictador, han comenzado a utilizar la figura de Dracula.
Muy cerca de Brasov, a solo 30 kilómetros, se erige el fascinante Castillo de Bran, que figura en todas las guías turísticas como El Castillo de Drácula.
En la cama de Drácula
Bran está en una depresión denominada Tara Birsei (País de Birsa) en la vertiente occidental del macizo Bucegi. Allí se erige el más famoso de los castillos rumanos.
Su conservación es casi perfecta, y el aficionado al vampirismo disfrutará, sin duda, paseando por sus jardines, explorando sus pasadizos secretos, o contemplando el paisaje que rodea el Castillo de Drácula. Incluso podría tenderse unos instantes en la lujosa cama del vampiro, e impregnarse con la emoción de saberse en el lecho del legendario Conde Drácula.
En realidad el castillo de Bran perteneció a los príncipes de Valaquia durante el reinado de Mircea Cel Batran (Mircea el Viejo), abuelo de Dráculea, pero es muy probable que Vlad Tepes lo utilizase como residencia esporádicamente.
Su situación no podía ser más estratégica. Desde lo alto de sus torres se observa perfectamente la antigua frontera entre Valaquia y Transilvania.
Si seguimos camino hacia el norte, llegaremos al Departamenteo de Mures donde, a 55 kilómetros de Tirgu Mures se encuentra la ciudad de Sighisoara.