Hugo Rosales no podía saber que existíamos hasta el instante en que nos vio por primera vez. A través de unos familiares, clientes y amigos suyos habíamos conocido la existencia de este palero de cuyos poderes extrasensoriales nos contaban maravillas.
Las difíciles comunicaciones existentes en Cuba, la carencia de teléfono y la distancia que separaba nuestro alojamiento en Guanabo, de la vivienda de Hugo en Regla hicieron que nos presentásemos al día siguiente en su casa sin previo aviso. E insistimos tanto en ello porque era absolutamente imposible que Hugo Rosales pudiese conocer detalles de nuestra vida personal cuando salió a nuestro encuentro en su humilde vivienda de Regla. Cuando llegamos Hugo estaba ya fuera de la vivienda. Decía que estaba esperándonos: "Estaba a punto de dar de comer a la Nganga -nos dijo en cuando nos presentamos- pero me dijo que iba a tener visita, por eso salí a recibirles...".
Hugo estaba a punto de sacrificar un animal a su nganga, pero afirmaba que los orichas le habían advertido de que estaban a punto de llegar dos extranjeros para conocerlo, por lo que había pospuesto el sacrificio y había salido de la casa para esperarnos. Ciertamente lo encontramos fuera de su vivienda, pero dejándonos llevar por el típico escepticismo europeo supusimos que estaba intentando "apuntarse un punto" a favor de sus supuestas capacidades sobrenaturales.
Con toda cordialidad el palero nos invitó a su austera casa y, instantes después de acomodarnos, Hugo sufrió una especie de trance y, sin previo aviso, comenzó a relatar detalles íntimos de nuestra vida personal. Primero uno y después el otro fuimos desnudados por las incomprensibles capacidades del palero. Con una rapidez y seguridad sorprendentes nos relató acontecimientos absolutamente personales que nadie podría adivinar por casualidad. Después nos trasmitió un mensaje de los orichas sobre las pruebas y tareas que nos aguardan en el futuro, pero lo verdaderamente incomprensible e inquietante eran sus afirmaciones sobre el pasado, que si podíamos constatar sobre la marcha.
Esa capacidad paranormal sería una "prueba" del poder de la nganga de Hugo. Según él, el caldero tiene poder para hacer cualquier cosa.
Es costumbre que, una vez concluida la confección de la nganga, esta sea puesta a prueba de muchas maneras. Por ejemplo se arranca un pelo de la crin de un caballo y se dice al caldero "hoy sano y entero, se le parta una pata". Según los ngangeros, el caballo que corre tranquilamente por un prado, se cae y se rompe una pata.
Los paleros que no querían sacrificar un caballo, -siempre según los relatos recogidos- ponían a prueba la nganga con un perro. Exigiendo al caldero "que rabie este perro", el perro moría poco después de rabia.
En este sentido las historias sobre el supuesto poder sobrenatural de las ngangas son abundantes, y a cual más increíble.
Lidia Cabrera relata en caso de un célebre historiador, sobre cuya honestidad no le cabe duda, que aseguraba haber visitado a un ngangero que le mostró el cráneo de su nganga. El cual depositado sobre una mesa comenzó a hablar sin que -aparentemente- nadie lo manipulase.
A nosotros mismos nos aseguraron que algunos poderosos brujos del sur "pueden materializar objetos y darles vida".
Rosa Sánchez nos contaba como había visto moverse objetos solos alrededor de su nganga, y nos aseguraba que podía matar a distancia sin ningún esfuerzo...
Para la mayoría de los paleros y ngangeros el caldero tiene vida propia. Nosotros tuvimos que "invitar" a ron o tabaco a algunas ngangas para que nos permitiesen fotografiarlas o "hablar" con ellas. Es tal la convicción de que la nganga es un ser vivo, que algunos casos no dejan lugar a dudas a los hechiceros cubanos.
En Trinidad visitamos la Casa-Templo Madre de Agua, donde la mitología de los nativos se fusiona con la santería afrocubana, el cristianismo y el espiritismo europeo. Ismael Bravo, propietario y descubridor de dicha Casa-Templo era un agnóstico convencido hasta que comenzó a protagonizar una serie de trances en los que el espíritu de un viejo esclavo negro se apropiaba de sus conciencia. Siempre según su relato, el espíritu le reveló un lugar en que se encontraba enterrado un "tesoro espiritual". Al escarbar en ese lugar Ismael Bravo encontró una "nganga" (caldero mágico del Palo Mayombe") y toda una serie de atributos de poder. El muerto de la nganga se había comunicado con él para poder volver así a la vida. Entregado desde entonces a la religión afro-caribeña Ismael Bravo convirtió la mansión en que había descubierto aquellos misteriosos objetos en una Casa-Templo dedicada a Yemaya, pero en la que se practica una particularísima mezcla de técnicas mágicas y esotéricas, incluido el espiritismo kardekiano. Un punto de obligada visita para el viajero que desee conocer los misterios de Trinidad.
Sean ciertos o no esos increíbles relatos, lo cierto es que las ngangas son el último valuarte de la religión africa en Cuba. Al internarnos en la selva del Valle de los Ingenios, para visitar los restos de una viaja plantación de caña visitamos los restos de las cabañas donde, en infrahumanas condiciones, vivieron los esclavos negros arrancados de la patria Africa. Cualquier persona medianamente sensible percibiría en el ambiente la rabia, el odio y la poderosa energía contenida en el corazón de aquellos esclavos. Una energía que era "condensada" en las ngangas. En su interior los calderos todavía conservan ese enorme poder. El poder de la tradición, y de la sabiduría de los ancianos. Una tradición regada con sangre y lágrimas, las de los esclavos arrancados de su mundo y vendidos como animales con cuerpo de hombre, a la "civilización" del Nuevo Mundo, en nombre de un dios blanco y "verdadero".