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domingo, 14 de julio de 2019

Y DIOS REGRESO AL PAIS DEL CIELO AZUL




Hace pocas semanas regresaba a España una expedición cultural española, Vortice-99, que ha recorrido más de 6000 kilómetros por las estepas de Gengis Khan, desde Siberia a la frontera con China. Una expedición que se ha encontrado con el resurgir de la espiritualidad en una tierra en la que, hasta la caída del bloque soviético, estaba prohibida la religión.

Llegamos al monasterio perdido de Dörgön, en la provincia de Hovd tras no pocas complicaciones. Uno de nuestros 4 X 4 no había resistido la prueba. Nuestro viaje a través del “país del cielo azul” durante 5 semanas, y casi 6000 kilómetros, terminó pasando factura a nuestros potentes todoterreno, y aquella tarde uno de los coches nos dejó tirados en las cercanías del Lago Negro, obligándonos a hacer noche en las faldas de la “montaña de dos colores”, mientras el coche averiado debía volver hasta la capital de la provincia para soldar las partes dañadas. Gracias a esta “coincidencia” encontramos el templo de Dörgön y a su pequeño lama.

Y es que, cuando descubrimos la gran Stupa que preside el templo, no dudamos en dirigir hacia él nuestros pasos en busca de consejo acerca del lugar más propicio para montar nuestras tiendas de campaña. Nos salió al paso el único lama que se encontraba en el más hermoso templo budista que habíamos visto hasta la fecha. Pero no se trataba de un anciano monje de luengas barbas, sino todo lo contrario. Soknum, un pequeño lama de apenas 11 años de edad se convirtió en nuestro anfitrión, y tras no poca insistencia por nuestra parte él y su madre, custodia del monasterio, accedieron a enseñarnos su más preciado secreto. Pocas semanas antes el monasterio de Dörgön había recibido su más precioso tesoro, enviado expresamente desde el lejano Tibet. Se trataba del altar presidido por Gautama Buda, que todavía no habían tenido tiempo de instalar en el templo, y se encontraba situado en un improvisado oratorio preparado en el interior de un ger (vivienda típica mongola), mientras se completaban las obras de reconstrucción del monasterio.

Tras el altar reposaban los artesanales cofres, decorados con siniestras svásticas (antiquísimo símbolo budista que Adolf Hitler convirtió en su emblema personal), tan hermoso como la preciada estatua que habían transportado desde Tibet.

El monasterio de Dörgön es un excelente ejemplo del sorprendente fenómeno que se está viviendo actualmente en Mongolia. Tras setenta años de persecución de toda creencia religiosa o espiritual por las tropas comunistas, la caída del bloque soviético ha provocado que el “país del cielo azul” vuelva sus ojos hacia la religiosidad coincidiendo, “casualmente”, con el fin del milenio.

BUDISMO MONGOL; HISTORIA DE UNA CONJURA

En realidad el budismo llegó a Mongolia durante el reinado del Khan Kublai, con quien tuvo sus primeros contactos el explorador italiano Marco Polo en el siglo XIV. Kublai Khan era nieto del temido Gengis Khan, que años antes había convertido el imperio mongol en el mayor de toda la historia, extendiendo sus fronteras por todo el continente asiático, y llegando hasta Europa. Pero el nieto de Gengis Khan, más hábil en cuestiones diplomáticas que su abuelo, y más inquieto por cuestiones culturales que por el arco y la espada, invitó a visitar Mongolia a un erudito lama tibetano llamado Named Pagba, convirtiéndolo en uno de sus más importantes asesores en la corte. El lama Pagba no sólo cumplió un importante papel en las cuestiones de Estado con sus asesorías, sino que impulsó definitivamente la gradual introducción del budismo en Mongolia, que poco a poco fue robando adeptos a la religión ancestral de las hordas mongolas: el chamanismo.

En el chamanismo la deidad suprema es el Cielo Azul, y no deja de ser una curiosa sincronicidad que ya los antiguos cronistas se refiriesen a las tierras de Gengis Khan como “El País del Cielo Azul”, por un lado, sin duda en referencia al firmamento, puestas de sol y amaneceres más espectaculares, que quien esto escribe ha tenido la oportunidad de ver en ninguna parte del mundo. Y por otro lado, en referencia a la deidad suprema del chamanismo, una forma de espiritualidad y conocimiento que numeroso autores han definido como la primera religión propiamente dicha que nació en la historia, y que surgió precisamente en las estepas de Siberia y Mongolia hace miles de años.

En algunas etnias o naciones del norte de Mongolia, como los Darhats, los Buriats, o los casi extintos Tsatan, todavía hoy el chamanismo convive con las prácticas mágicas y esotéricas del budismo lamaista de origen tibetano. 

Pero ese sincretismo tiene su origen en aquella gradual introducción del budismo que el lama Pagda posibilitó durante el reinado de Kublai Khan. Aunque las enseñanzas de Gautama en Mongolia debería sufrir grandes cambios en los siglos sucesivos.

Durante el siglo XVI el budismo se extiende definitivamente por el imperio mongol al renegar los nobles feudales de las prácticas ancestrales, impulsando la nueva religión del Tibet, que comenzó a asentarse en el país.

La clave del gran número de conversiones al budismo en aquella época se encuentra en el hecho de que los templos eran móviles, al igual que los gers de los pastores, y podían ser transportados por todo el país en grandes carros tirados por yaks o por los particulares caballos mongoles, especialmente fuertes y resistentes. Y esto ofrecía a los mongoles, un pueblo que todavía hoy, entrando el año 2000, cuenta con un 50% de pastores nómadas entre sus miembros.

Los templos móviles fueron la gran clave para que el budismo pudiese atraer a los nuevos conversos a las enseñanzas del Buda, que cuyos misioneros podían así acompañar a los pastores en sus continuos desplazamientos en busca de nuevos pastos para sus ganados.

En el valle del río Orkhon, donde se erigía la capital del colosal imperio mongol: Karakorum, el emperador Abtai Khan fundó en 1586 el primer monasterio budista del mayor imperio de la historia, llamado Erdene Zuu. En ese monasterio nacería el poder político y económico que el budismo terminaría por alcanzar en todo el imperio, siendo el lama Zanabazar el primer líder religioso del nuevo movimiento espiritual en Mongolia.

Zanabazar, que nació en 1635, fue ordenado lama en Banchin Bogd a la edad de 15 años, siendo reconocido como la reencarnación de Hutugt Javzundamba –una importante deidad budista- por el Dalai Lama del Tibet. Desde entonces y hasta los años veinte, en que el gobierno comunista prohibió las actividades religiosas en Mongolia, como en el resto de los países del bloque del Este, se reconocieron hasta 13 reencarnaciones de esta deidad.




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