Para la religión afrocubana, originada en las tradiciones yorubas de los esclavos vendidos en Cuba hace 500 años, la Creación del Mundo ha sido obra de diferentes dioses que, a lo largo de una extensa evolución, han ido aportando nuevos elementos al mundo y al ser humano, identificados hoy en día con diferentes orishas o dioses sagrados de la religión lucumí.
Cuando los primeros misioneros españoles comenzaron a recopilar las tradiciones religiosas de los esclavos africanos trasladados a Cuba desde Angola, el Congo, etc, intentaron cristianizar todas sus creencias y tradiciones orales, trasmitidas de padres a hijos durante cientos de generaciones. La vieja religión yoruba o lucumí fue el único bien que los negreros esclavistas no pudieron arrancar a los desafortunados africanos secuestrados y vendidos en el nuevo mundo.
Por esa razón no debe sorprendernos que, al toparse con la leyenda yoruba sobre el origen de la tierra, el hombre y el universo, basada en los orishas (dioses de la religión lucumí) Olofi, Olordumare y Olorun, los sacerdotes blancos quisiesen ver en esta trilogía una analogía de la Santísima Trinidad católica.
Como apunta la especialista en historia de la Santeria Natalia Bolivar –en su libro “Los Orishas en Cuba”-:
“A nuestro juicio, los yorubas apuntaron la necesidad conceptual de un principio absoluto, que estuviera por sobre los demás orishas , que cumplieron el arquetipo de las funciones y actividades que actúan en el mundo. Ese Ser Supremo, sin embargo, al ser enfocado en diversas relaciones, proyectó en tres entidades: el Creador, que trata directamente con los orishas y los hombres, individualmente en Olofi; la sujeción a las leyes de la naturaleza, la ley universal misma, individualizada como Olordumare, y la fuerza vital, la energía universal, identificada con el Sol y personificada en Olorun. No se trata sino de otro ejemplo de la dificultad del pensamiento primitivo para elaborar un concepto de alto nivel de abstracción y de su tendencia espontánea a concretar y particularizar. La portentosa creación religiosa de los yorubas no requiere, ciertamente que se le adjudiquen intenciones que le son ajenas...”.
“A nuestro juicio, los yorubas apuntaron la necesidad conceptual de un principio absoluto, que estuviera por sobre los demás orishas , que cumplieron el arquetipo de las funciones y actividades que actúan en el mundo. Ese Ser Supremo, sin embargo, al ser enfocado en diversas relaciones, proyectó en tres entidades: el Creador, que trata directamente con los orishas y los hombres, individualmente en Olofi; la sujeción a las leyes de la naturaleza, la ley universal misma, individualizada como Olordumare, y la fuerza vital, la energía universal, identificada con el Sol y personificada en Olorun. No se trata sino de otro ejemplo de la dificultad del pensamiento primitivo para elaborar un concepto de alto nivel de abstracción y de su tendencia espontánea a concretar y particularizar. La portentosa creación religiosa de los yorubas no requiere, ciertamente que se le adjudiquen intenciones que le son ajenas...”.
Teológicamente la pretensión de los viejos misioneros españoles, de convertir al trilogía Olofi-Olordumare-Olorun, resulta un absurdo, ya que esos tres orishas del panteón yoruba coexisten en la tradición lucumí independientemente entre si y con carácter propio todos y cada uno de ellos, siendo por separado responsables de una faceta muy diferenciada de la Creación.
OLOFI: EL CREADOR
Olofi, en la tradición yoruba, es la personificación del Dios supremo. El principio, causa, origen y porque de todas las cosas existentes. Olofi nació de la nada, por si mismo, y fue el Gran Creador.
Olofi creo el mundo, a los santos y orishas, a los animales y a los hombres. Fue él quien repartió sus poderes a los distintos orishas para que se crearan todas las cosas y por eso, entre los santeros cubanos, se dice que tiene los secretos de la Creación.
En la santería afrocubana se conoce como Pataki a la historia mitológica de cada orisha que ha sido trasmitida de unos santeros a otros por tradición oral. Y dice el Pataki de Olofi que, tras crear el mundo, y distribuir los cargos entre sus hijos, se encontró con que los hombres siempre se estaban peleando, y tuvo que hacer de Ayáguna el orisha de las peleas. Pero –dicen los santeros- Olofi es la paz, y un día recriminó a su hijo Ayáguna por estar siempre azuzando las iras de los humanos, a lo que el orisha respondió: “Si no hay discordia no hay progreso, porque haciendo que quieran dos, quieren cuatro y triunfa el que sea más capaz, y el mundo avanza”. Esta es la explicación que los antiguos yorubas africanos encontraron a la existencia del odio en el mundo...
El argumento de Ayáguna pareció a Olofi muy coherente, y le dejó libre para continuar sembrando la discordia entre los hombres, pero entristecido por la imperfección de su creación, Olofi se retiro del mundo de los orisha, y desde entonces no interviene en las cosas de los hombres. Esa es la razón por la que, en los rituales de Santería y otras religiones afroamericanas, Olofi no se manifiesta directamente, dejando ese papel a todos los demás orishas. En las ceremonias yorubas se rinde culto a Olofi, se le hacen sacrificios y se le ofrecen canciones y bailes, pero solo unos pocos, consagrados en la regla de Ifá, puede recibir directamente sus consejos.
OLORDUMARE: EL UNIVERSO Y OLORUN: EL SOL
En esa hipotética “Santísima Trinidad yoruba” forzadamente interpretada por los misioneros blancos, Olordumare ocuparía un segundo lugar de relevancia.
Olordumare es el universo con todos sus elementos. Es la manifestación material y espiritual de todo lo existente. Implica una inteligencia tácita de todas las cosas, y la sujeción a las leyes.
Para los yorubas el mundo está dividido en la tierra y el cielo, y todo él está contenido en Olordumare, por esa razón se le considera uno de los dioses más importantes del panteón lucumí. Hasta tal extremo que no debe pronunciarse su nombre sin antes tocar la tierra con la yema de los dedos y besar en ella la huella del polvo.
En cuanto a Olorún, los antiguos sabían que la vida en la tierra sería imposible sin el Sol, por esa razón en la trilogía sagrada de la Creación según los yorubas Olorún se convierte en la tercera persona imprescindible.
En la relación de los humanos con el Dios Creador, Olorún es su presentación más visible y más cercana a los hombres, ya que el astro rey es, para los yorubas, la expresión más directa de Dios. Así como Olordumare es el representante de lo existente en el universo, Olorún es el señor de lo que existe en la Tierra, ya que sin él no habría vida vegetal, ni animal, ni humana.
UNA CREACION DINAMICA
Pero la “Trinidad yoruba” no limita los personajes míticos de la santería afrocubana implicados en la Creación. Muchos otros orishas, santos y dioses han tenido una función más o menos relevante en ella.
En los Patakis de los santos se narran sorprendentes leyendas, como por ejemplo la de Oddúa.
Cuando Olofi creó el mundo hizo cosas magníficas, como la ceiba (el árbol sagrado), el arco iris, las nubes o los pájaros, pero también tuvo fracasos, y algunas de sus creaciones no fueron terminadas, sino que quedaron incompletas. Por ejemplo, a pesar de haber creado a los humanos, no concluyó su obra, dejándolos incompletos al no ponerles cabeza. Careciendo de cabeza los hombres vagaban sin rumbo ni dirección por el mundo. Molesto por ese fallo de su obra, Olofi encargó a Oddúa que fabricase cabezas a los hombres. Este las hizo, pero con un solo ojo. Por esa razón otro orisha, Iba-Ibo tuvo que acudir a la Tierra para poner a los humanos los dos ojos que ahora tienen, y la boca, dándoles además voz y palabra.
Por otro lado, cuando Olordumare visitó la Tierra lo hizo acompañado de su hijo Obatalá. En aquel tiempo bajo el cielo solo existía agua. Según el Pataki, Olordumare entregó entonces a Obatalá un puñado tierra metido en el aparacho de una babosa y una gallina, y Obatalá echó la tierra al agua formando un montículo en medio del mar. La gallina comenzó entonces a escarbar la tierra esparciéndola y dando lugar al mundo tal y como hoy lo conocemos, con las selvas, los continentes y las montañas.
Olofi pidió a Obatalá que le ayudase a modelar el cuerpo del hombre, y así lo hizo, culminándo su tarea colocando la cabeza que Olofi había hecho, sobre los hombros de los humanos.
Sería muy largo resumir todos los Patakis existentes en la mitología de los santeros, babalaos y paleros afrocubanos. Existen docenas de orishas, dioses y santos que, de una forma u otra participaron en la creación, siendo patronos y regentes de diferentes facetas del mundo.
Yemayá, orisha de los mares; Ochumare, orisha del arcoiris; Aggayu Solá, orisha de los rios; Oggué, orisha de los animales con cuernos, y así un largo etcétera. Pero eso no es todo, ya que algunos de los orishas más importantes tienes muchos “caminos”, es decir, tienes diferentes “expresiones” de su divinidad y por tanto de su obra creadora. Esto hace que la lista de dioses creadores sea interminables, ya que casi cada expresión de la naturaleza es atribuida a un orisha en un “camino” determinado. Por ejemplo, Yemayá es la orisha del mar, pero Yemayá Okuté o Yemayá Okutti está centrada en los arrecifes; Yemayá Konlá en la espuma; Yemayá Asesú en el agua turbia y sucia; Yemayá Mayaleo o Mayalewo en los manantiales de los bosques... y así otros muchos “caminos”: Yemayá Okotó, Yemayá Lokún Nipa, Yemayá Achabá o Ayabá, Yemayá Iyawi Awoyómayé Lewó, Yemayá Yalodde, Yemayá Alara Magwá Onoboyé, y así un largísimo etcetera.
Los “caminos” de los orishas nos ofrecen, en la santería afrocubana, una concepción de la Creación, mucho más rica, variada y dinámica que en las tradiciones y mitologías de otras culturas primitivas. En este caso el universo, el mundo y el hombre no son fruto sólo de una única fuente divina, sino son el fin de un proceso. Cabría preguntarse si las distintas aportaciones que los diferentes orishas han hecho a la Creación, añadiendo detalles o elementos a las obras de Olofi, Olordumare y Olorún, no son mas que una forma de entender, en la mentalidad de los hombres primitivos, una continua evolución tanto en la geología del planeta, como en la de los humanos que, de alguna manera, y como dice la tradición yoruba, primero fueron unos seres “sin cabeza” (primates), que vagaban sin rumbo por el planeta, hasta que un nuevo orisha provocó, al darles el “intelecto”, un nuevo salto evolutivo hacia el ser humano, tal y como lo conocemos hoy.