La religión donde los hombres
se convierten en dioses
Para las naciones africanas, donde se gestaron las primeras comunidades humanas y por tanto las primeras formas de religión, el más allá esta más vinculado al concepto del tiempo, que a la creencia en un lugar geográfico; cielo, infierno, purgatorio, etc., donde viven los muertos. Muertos que, según la religión animista, pueden interferir notablemente en la vida de los vivos, e incluso evolucionar hasta convertirse en dioses.
Un joven, descendiente de los esclavos yorubas exportados al Caribe por los negreros europeos, saltó la verja del cementerio de Guanabacoa, internándose en la noche, entre las tumbas y panteones del cementerio. Su objetivo estaba claro. Buscaba una sepultura muy concreta entre todas las existentes en el camposanto. La tumba de un pendenciero y violento delincuente, muerto en una pelea de matones. Agazapado entre las sombras excavó y excavó hasta que la pala araño la madera del ataúd. Después forzó la tapa, y tras enfrentarse al cadáver, en plena descomposición, no dudó un ápice. Mutiló las manos, pies y cabeza del cuerpo para llevarse un valioso tesoro: huesos de las manos para que agarre, de los pies para que ande y el cráneo para que piense...
Un joven, descendiente de los esclavos yorubas exportados al Caribe por los negreros europeos, saltó la verja del cementerio de Guanabacoa, internándose en la noche, entre las tumbas y panteones del cementerio. Su objetivo estaba claro. Buscaba una sepultura muy concreta entre todas las existentes en el camposanto. La tumba de un pendenciero y violento delincuente, muerto en una pelea de matones. Agazapado entre las sombras excavó y excavó hasta que la pala araño la madera del ataúd. Después forzó la tapa, y tras enfrentarse al cadáver, en plena descomposición, no dudó un ápice. Mutiló las manos, pies y cabeza del cuerpo para llevarse un valioso tesoro: huesos de las manos para que agarre, de los pies para que ande y el cráneo para que piense...
Estas mutilaciones se han producido en innumerables ocasiones en los cementerios cubanos, jamaicanos o dominicanos, cuando un palero –sacerdote de la Regla Conga o Regla de Palo Monte- debe confeccionar una “nganga” o “prenda”; esto es, un caldero en el que se introducen diferentes elementos minerales, vegetales y animales que, como una representación simbólica del universo, arroparán al espíritu de un muerto que se alojará en la “nganga” para servir a su propietario.
Y es que en las religiones de origen africano, es tan intensa la relación entre los vivos y los muertos, que se considera factible la posibilidad de esclavizar al espíritu de un fallecido. Para los paleros, el espíritu de un muerto –mejor el de alguien feroz y violento en vida- puede ser introducido en la “prenda” y, tras un pacto solemne, trabajar al servicio del sacerdote, a cambio de ciertas ofrendas...
Para los descendientes de los esclavos africanos, vendidos como mano de obra barata en el nuevo mundo, la muerte no es el fin de la vida, sino el tránsito hacia un estado de conciencia, que poco tiene que ver con la concepción judeocristiana del más allá, estando más relacionado con el tiempo que con el espacio...
EL VIAJE AL OTRO LADO
De la misma forma en que los espíritus, según el Palo Mayombe, puede servir a un humano que a “pactado” con ellos, favoreciendo o perjudicando a otras personas, en otras expresiones de la religión africana son los desencarnados quienes se consideran responsables de las enfermedades, las buenas o malas cosechas, las tormentas, y casi todo lo que rodea las vidas cotidianas de los mortales. Por ello, los médicos tradicionales, brujos y hechiceros, deben aprender los secretos de las hierbas y plantas medicinales, y las nociones de anatomía y fisiología imprescindibles para su trabajo, al mismo tiempo que aprenden a tratar con los espíritus de los muertos...
Estos muertos no son despersonalizados de su identidad tras la muerte. Al contrario. En muchas tribus africanas el enterramiento del cadáver se acompaña de los objetos personales que el difunto apreciaba en vida, y que continuará utilizando en el mas allá, al menos durante un tiempo. Mas aun. Algunas etnias, que consideran el más allá como un lugar muy lejano, depositan además alimentos y armas para que el finado pueda sobrellevar su largo viaje hasta el otro mundo. Sin embargo, para la gran mayoría de naciones africanas el más allá está mas lejos en el tiempo que en el espacio.
Ese viaje es representado, como en otras muchas tradiciones religiosas, con el símil de la lancha y el río. Es decir, una vez abandonado el cuerpo, el espíritu permanecerá cerca hasta que se hayan concluido los ritos funerarios. Una vez finalizado el funeral y el enterramiento, el alma comienza su viaje hacia “el mundo de los espíritus”, debiendo atravesar un río sagrado en una lancha, similar al Estigia de los griegos. Para cruzar ese río debe pagar veinte cauríes que son recolectados por sus amigos y parientes durante el funeral. Cruzar este río es una prueba, un juicio a la vida del fallecido y a la moralidad de sus actos durante su existencia. Las almas buenas y nobles cruzan el río sin dificultad, pero los pecadores, se caen de la barca y tienen que cruzar nadando hasta la otra orilla, lo que les puede llevar hasta tres años, tiempo en el que pueden producirse apariciones y manifestaciones del fantasma de esos muertos. Los brujos, ladrones, los que murieron dejando deudas, y los que se negaron a prestar ayuda a los necesitados, encontrarán mayores trabas aún en cruzar el río de la vida y llegar al más allá.
Un más allá estrechamente relacionado con la concepción antropocentrista del ser humano en la concepción universal de la religiosidad africana. En su entramado de creencias, el orden del universo se establece como sigue:
- “Dios, como la última explicación de la génesis del sostenimiento del hombre y de todas las cosas.
- Los espíritus, constituidos por seres no humanos y los espíritus de los difuntos.
- Las personas, incluyendo aquellas que están a punto de nacer.
- Los animales y plantas, es decir, el resto de la vida biológica.
- Los objetos y fenómenos sin vida biológica.
Expresado antropocéntricamente, Dios es el origen y el sustentador del hombre; los espíritus explican el destino del hombre; éste es el centro de esta ontología; animales, plantas, objetos y fenómenos naturales constituyen el ambiente en el que vive el hombre, le proporcionan medios de vida y –si es necesario- el hombre establece una relación mística con ellos.”