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lunes, 20 de enero de 2020

EL EFECTO IDEOMOTOR DE LA TABLA OUIJA



Si hay una práctica paranormal mayoritariamente extendida es la de la vasografía. La tabla ouija, también conocida por el improcedente nombre de «juego del vaso».

Probablemente, la inmensa mayoría de nosotros, durante nuestra adolescencia, nos obsequiamos con una dosis de adrenalina inocente invirtiendo un vaso de cristal rodeado de las letras del abecedario, para invocar a los espíritus. De hecho, hoy, ahora mismo, en los baños o el patio de recreo de algún colegio del planeta, un grupo de niños tienta a la suerte invocando a los muertos, al demonio o a los extraterrestres, con el «juego del vaso». 


En la inmensa mayoría de las ocasiones el «juego» no encierra ningún riesgo. Sin embargo, algunos psicólogos, profesores y psiquiatras han documentado casos verdaderamente preocupantes, que tuvieron la ouija como catalizador, probablemente, de un problema anterior. 

El efecto ideomotor 

La ouija forma parte de la familia de los falsos fenómenos paranormales relacionados con los automatismos musculares inconscientes y con el llamado efecto ideomotor. Esta expresión fue utilizada por primera vez por William Carpenter, hacia 1852, para definir su teoría de que los movimientos musculares pueden ser independientes de la voluntad del cerebro, e incluso imperceptibles para este. 

Tras Carpenter, otros investigadores como Ray Hyman, William James o Michael Faraday, demostraron que muchos supuestos fenómenos atribuidos a causas sobrenaturales tenían su origen en el efecto ideomotor. Como la Verónica o juego del libro, la psicografía o escritura automática, la radiestesia, las mesas parlantes o el cumberlandismo. No es necesaria ninguna causa paranormal para que estos «juegos» funcionen, ya que son los micromovimientos musculares inconscientes de los participantes quienes obran el milagro. 

Los ejemplos históricos de efecto ideomotor aplicados al esoterismo y la adivinación son infinitos. 

En algunos pueblos del norte de Galicia, por ejemplo, todavía podemos presenciar fascinados el uso de a peneira como instrumento de adivinación, por ejemplo para discernir si el consultante sufre de «mal de ojo». 

En esta antiquísima tradición se inserta unas tijeras en un cedazo, de los utilizados por los campesinos para cribar el grano, sosteniendo el artilugio dos personas con sus respectivos dedos índices. A continuación se recita la letanía: Peneira, peneiriña, dime si [nombre del poseído] ten o aire. Se o ten vírame a cara, e se non vírame a espalda.

La coscinomancia, o sistema de adivinación a través de los movimientos musculares inconscientes que desplazan un cedazo en suspensión, tiene su origen en la Antigua Grecia y posteriormente en la Europa de la Edad Media, y está documentado en la Nueva Inglaterra del siglo XVII. Su uso ya fue explicado con detalle por Cornelio Agripa en 1533, en el capítulo 21 de De occulta philosophia libri III. También por François Rabelais en su Pantagruel (1532, III.XXV); por Johann Weyer en su Daemonum et incantations ac venificiis (1583, XII) y por Barten Holyday en Technogamia (1618, II.III). 

En la actualidad, y en los contextos urbanos, el cedazo fue sustituido por un ejemplar de la Biblia o cualquier otro libro, dando lugar al llamado «juego de la Verónica». 


El cedazo y el libro funcionan como amplificadores de ese efecto ideomotor que genera micromovimientos musculares inconscientes, y lo mismo ocurre con la radiestesia, cuyo origen se encuentra en la cleidomancia. 

Este antiguo sistema de adivinación se practicaba suspendiendo una llave de un hilo, que era sostenido por la uña del tercer dedo de la mano de una joven virgen, mientras recitaba uno de los salmos. El movimiento pendular de la llave, en un sentido u otro, era interpretado como una respuesta a la pregunta del consultante. 

Con el paso de los siglos los sistemas para utilizar el efecto ideomotor se sofisticaron, utilizando todo tipo de artilugios para consultar a los dioses… o a los espíritus. Uno de los más espectaculares es el sistema de las mesas parlantes. 

Popularizado por los espiritistas norteamericanos y europeos del siglo XIX y XX, existen referentes en casi todos los países del mundo. 

En España, sin duda, el más notable fue el caso de la mesa parlante de Nulles. Este pueblo tarraconense atrajo la atención de toda la prensa nacional en febrero de 1975, cuando tres hermanos, de entre siete y trece años, comenzaron a imitar las sesiones espiritistas con mesas parlantes que por entonces celebraban grupos espíritas de Nulles, Villarodona o Porrera. 

Las medidas exactas de la mesa parlante de Nulles, tomadas por el autor, demuestran que posee el desplazamiento de su centro de gravedad y la inestabilidad natural necesaria para amplificar el efecto ideomotor de los participantes. (arriba dibujo © M. Carballal) 

Pero la sincronización de los tres hermanos era tan espectacular, que su mesa parlante no solo respondía a las preguntas de los consultantes levantándose sobre dos patas o una, girando o brincando, sino que llegaba a salir a la calle, subía y bajaba escaleras, e incluso podía transportar a alguien sobre ella. Siempre eso sí, cuando los jóvenes colocaban sus manos estratégicamente en sus bordes. 

Yo tuve la oportunidad de presentar los respetos a la mesa de Nulles muchos años después. Arrinconada en el trastero familiar durante décadas. Pude examinarla, medirla y «ponerla a prueba», y por sus características, ligereza y distribución, puedo atestiguar que se trataba de un instrumento perfecto para amplificar el efecto ideomotor, debido a la situación de su centro de gravedad, especialmente alto. Como demuestran mis mediciones, sus setenta y cinco centímetros de alto por sesenta de largo y veintiocho de ancho, su inestabilidad natural, la convertía en una mesa parlante perfecta.

Mesas parlantes, cedazos o libros suspendidos de tijeras, o llaves y péndulos, todos estos son sistemas de amplificación del efecto ideomotor. No hay nada sobrenatural en ello. Y los parapsicólogos —los de verdad— lo saben. Por eso en el laboratorio de la Sociedad Española de Parapsicología todavía se conserva una copa metálica provista de unos electrodos, diseñada por José Luis Jordán Peña para demostrar que en las sesiones de ouija siempre había uno o varios participantes que desplazaban consciente o inconscientemente el vaso. 

Por otro lado, ya en su día el profesor Larry Bayou disipó todas las dudas que pudiesen quedar al diseñar una tabla ouija «invertida» en la que los participantes no podían ver las letras sobre las que se desplazaba el vaso. A pesar de todos sus esfuerzos, en esa ouija, veteranos «jugadores» fueron incapaces de conseguir formar un solo mensaje coherente, siendo necesario que las letras fuesen visibles para poder recibir las comunicaciones de los «espíritus». En otras palabras, que el «efecto ideomotor» es la explicación más razonable para comprender cómo funciona la ouija y otras técnicas similares. 

No soy yo quien esto afirma, que también. En previsión de que los defensores de una causa sobrenatural como origen del «fenómeno» entren en cólera, citaré a quienes saben mucho más que yo. 

En su día, el investigador onubense Moisés Garrido, poseedor de una de las mejores bibliotecas y archivos sobre lo paranormal del país, lo resumía perfectamente, tras repasar lo que decían sobre la ouija los clásicos de la parapsicología.

Hoy, los parapsicólogos más críticos atribuyen el movimiento del vaso, en las sesiones de ouija, a automatismos musculares inconscientes: «Son movimientos automáticos, inconscientes, realizados por las personas que colocan los dedos sobre el vaso. Lo que el inconsciente piensa, sabe, imagina, supone, inventa… o adivina parapsicológicamente, lo manifiesta por movimientos inconscientes». Otros parapsicólogos, aún más racionalistas, consideran que el vaso es movido deliberadamente por alguien: «El fenómeno de la ouija en su versión de vasografía nunca ha existido, y el movimiento de la copa es una impostura de algún bromista».

¿Explican ambas tesis definitivamente todos los casos de práctica vasográfica?… No es justo generalizar, pues como bien apunta el profesor Germán de Argumosa, «así como de un hecho verificado no podemos afirmar a priori que todos los demás sean auténticos, resulta igualmente anticientífico asegurar que todo es fraudulento porque se hayan comprobado lamentables casos falsos». 

Si bien la hipótesis espiritista —es decir, que un espíritu desencarnado es quien causa el desplazamiento del vaso hacia las letras para componer un mensaje— puede parecernos, a estas alturas, tremendamente inverosímil (ya, en 1956, el eminente parapsicólogo René Sudré señalaba que «el análisis psicológico de la teoría espiritista, referido a los hechos en los que se funda, contribuiría a evidenciar su gran debilidad, que linda a veces con lo absurdo»), no podemos negar la posibilidad de que —ocasionalmente o no— el vaso se mueva por una acción telecinética conjunta de los participantes (fenómeno polipsíquico), como propone la parapsicología animista. El ambiente, la concentración, el estado de ánimo, el deseo compartido de que se mueva el vaso, etc., pueden servir como factores desencadenantes de un nivel mental propicio que ocasione, por vía psicocinética, el desplazamiento del vaso. 

Los mensajes recibidos, dicen los parapsicólogos animistas, procederían de la mente inconsciente de los participantes; de hecho, se ha descubierto una sospechosa relación entre la mentalidad de estos y la información obtenida a través de la ouija (nivel cultural, calidad gramatical, conocimientos…). 

Algunas escuelas psicológicas también comparten la idea de que, a través de este sistema de canalización —como en otros— se manifiestan los contenidos de la parte inconsciente de nuestra psique. Los que participan en esas sesiones espiritistas creen, erróneamente, que la información procede de una fuente exógena… Cierto es que —como argumentan los defensores de la hipótesis espiritista— hay ocasiones en que esos mensajes transmiten información desconocida por los participantes, tanto a nivel consciente como inconsciente, e incluso también se pueden dar predicciones sobre hechos futuros que, aunque no siempre, al cabo del tiempo se cumplen… ¿Es la prueba que evidencia el contacto entre nuestro mundo físico y un más allá?… Pensamos que no. Los participantes, bajo ese estado especial al que aludimos anteriormente, podrían obtener información por vía extrasensorial y establecer no solo una conexión telepática entre ellos, sino con otras mentes inconscientes y ajenas.


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